Yo antes iba a un gimnasio pequeño que había cerca de mi casa. Me gustaba, sobre todo, por el monitor, que se parecía a uno de esos gladiadores de las películas de Intereconomía (quiero decir que se veía fuerte pero blandito), era amable y le encantaban las novelas policíacas, especialmente las de Frederick Forsyth. Sin embargo, de repente lo cambiaron por otro monitor, más bajito, bronceado y tan musculado que podría salir en Crepúsculo haciendo de hombre lobo. Y la cosa se fastidió bastante, para empezar, porque ponía reaggeton a todas horas y para seguir, porque me miraba de una forma que me hacía sentir incómoda.
Poco después abrieron el gimnasio grande al que voy ahora, con clases, y piscina y de todo, y me cambié. Y mejoré mucho, aunque los monitores siguen siendo del tipo croissant. Y es que no me gustan demasiado los tíos musculados porque, por lo general, les gusta más el reaggeton que Frederick Forsyth.
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